Primera parte
Nuevamente regresamos al porfiriato, exactamente al año 1878, es decir, que Porfirio a penas llevaba su primer año como presidente. Esto ocurrió aquí en la Ciudad de México.
El 24 de Junio de 1878 es hallada en una covacha, la niña aún viva Casimira Juárez de entre 9 y 10 años de edad. Su estado era deplorable, la niña había sido amarrada, golpeada, quemada en extremidades (manos y pies tanto como en sus genitales), encerrada en un cuarto oscuro y húmedo, sin comida ni agua. Comentan que encontraron junto a ella 2 piezas de bolillos duros. Y un vaso.
Se supo en el transcurso de una semana que la niña estaba bajo el “cuidado” de una mujer de nombre Guadalupe Martínez de Bejarano, quien había adoptado a la niña para que sirviera en la limpieza; esta adopción si así se le puede llamar, se dio al parecer gracias a su amistad con un hombre de buen nivel económico y prestigio de nombre Vicente Llamas, puesto que su esposa La Sra. Isabel Doghd de Llamas un día quiso adoptar también a una niña. Las reglas para «adoptar niños» en ese preciso momento consistían solamente en ir al hospicio de pobres, pedir una o dos niñas, firmar un recibo y ¡listo! Así fue como Guadalupe se hizo de la pequeña.
Cuando Porfirio Díaz llegó al poder renovó ese primer hospicio que se encontraba frente a la Alameda central, que afortunadamente aún vive en el centro de la Ciudad de México a pocos metros del Palacio de Bellas Artes.
De la asesina que aquí nos ocupa se saben muy pocos antecedentes, como que era una mujer no precisamente noble pero que tenía suficientes recursos económicos, era viuda de un comandante de Escuadrón de nombre Macario Bejarano y solo tenía un hijo llamado Aurelio que a su vez era parte de un Batallón, el batallón de Zapadores.
Al salir a la luz la existencia de esta mujer y lo que le había provocado a la pequeña, pero sobre todo de las torturas a las que la sometió, obviamente provocó la ira en toda la sociedad incluyendo a las mujeres de la cárcel de Belén, que era la que funcionaba en ese tiempo. Se decía que las presas no veían la hora de que la Bejarano cruzara las puertas de la cárcel para cobrar venganza por la niñita y que todas la tenían en la mira.
Los diarios que más se dedicaron a publicar el caso fueron el de La Patria que tenía un estilo más bien opositor, que cuando se supo que la asesina era una mujer de recursos pues de inmediato se agarraron de allí para atacar con todo lo que pudieron la sangre fría de la mujer y ponerle apodos como el de fiera inhumana, monstruo infame, mujer verdugo. Por su parte el medio El monitor Republicano, era más conservador y conforme pasaron los días se mesuraba mucho en pronunciarse en contra de la procesada, es decir, se sabía claramente que ella había cometido los castigos, pero mientras que La Patria la sentenciaba casi a la horca, el Monitor republicano decía que más valía esperar a ver lo que las autoridades dictaran, con todo y eso también la apodaron como la “hiena”.
En algún momento salió a la luz que esta mujer era algún tipo de “protegida” de un general muy importante de nombre Ignacio Mejía, quien más adelante ocupó un lugar muy contundente en el juicio y sentencia del Emperador Maximiliano I de México, o Maximiliano de Habsburgo de Austria. Solo para considerar el tipo de personas con las que Guadalupe de Bejarano se juntaba.
Al ser arrestada, ella no negó en ningún momento haber tenido que reprender a la niña y dijo que lo hizo porque Casimira no sabía hacer las faenas de la casa, de manera que tuvo que castigarla con azotes, ligaduras de brazos y piernas; aparte de que le quemaba las zonas “pudendas” con una vara de ocote (un tipo de madera de pino para quienes no lo sabían) y la dejaba sin alimento durante tres o cuatro días. Es decir, para ella era completamente normal y se sentía muy satisfecha de sus métodos.
Apareció el reporte del “reconocimiento sanitario” que sería algo así como los peritos forenses o la morgue de hoy en día y decía lo siguiente: (débiles de estómago, absténganse de leerlo)
… la encontramos en un deplorable estado; lívida y demacrada, más bien parecía un cadáver que ser viviente: su cabeza cubierta con un abundante pelo enmarañado y lleno de basura y lodo; el color de su cara desaparecía bajo una espesa capa de lodo, de todo su cuerpo se desprendía un fuerte olor nauseabundo; en la espalda, cerca de uno de los hombros, tenía una extensa llaga que dejaba descubierto el hueso, y que provenía de las rozaduras de las cuerdas con las que el cuerpo había sido suspendido, todo el brazo izquierdo supurando, con varias aberturas por donde salía el pus en abundancia; en los brazos y piernas, las escoriaciones consiguientes a las ligaduras; en las partes pudendas una amplia y profunda quemadura. Todas estas lesiones unidas a la abstinencia de alimentos, tenían a la joven en un estado próximo a la muerte, y habría sucumbido si no se la hubiese asistido con la oportunidad que se hizo…
El 20 de julio se confirmó la noticia de que la niña había muerto y se le había realizado la autopsia arrojando que sus axilas tenían profundas lesiones, las que llegaban hasta el hueso, ocasionadas por el lazo del que la colgaban; además de que tenía profundas quemaduras en los puños, en los empeines y el vientre.
Con esa información comenzó más en forma el show y hasta se juntó un grupo de mujeres que fueron a los juzgados a pedir que el proceso se llevara a cabo en un lugar más amplio como un teatro para que cupiera la mayor cantidad de gente posible y al parecer así se realizó. Pero de aquí empezó la guerra entre medios y unos tomaban parte y otros también, se atacaban mutuamente. Por ejemplo, en entrevista con el jefe de redacción de Patria Vicente Morales, la mujer decía que la prensa se había ensañado con ella y que la hacían ver como un monstruo sin darle chance de réplica, textualmente refirió que prefería el peor de los castigos que para ella era la absolución porque ¿a dónde iría a esconderse a ocultar su vergüenza?
Aunque algo positivo salió de esto, cuando Porfirio Díaz entre el 22 y 23 de Julio dio la orden de que se modificara el reglamento de salidas de los niños huérfanos del Hospicio, de manera que la directiva se hiciera mucho más responsable de adónde iban a parar los niños que eran asignados.
Mientras que algunos medios hasta le dieron voz a la versión de la mujer que permanecía encarcelada en lo q se realizaba el juicio, el 13 de agosto le publicaron una carta donde decía lo siguiente abro comillas:
“Escribo dentro de un calabozo, y su lobreguez, lo terrible de su aspecto, la privación de mi libertad, los ruidos siniestros de la prisión y el espantoso griterío que levanta una sociedad que me abomina como la mayor y más odiosa delincuente, han conturbado mi espíritu, me agobian a tal extremo, que pierdo la fuerza de mi voluntad, que sufro de una manera imponderable y que casi ofuscan mi inteligencia a tal grado, que a veces hasta dudo si realmente habré cometido el espantoso delito de que se me acusa.
Yo tuve una niña a mi cargo, creí que era mi obligación corregirla para formar de ella una mujer útil por medio de la educación; y si no acerté en los castigos que con derecho le aplicaba, si circunstancias independientes de mi voluntad y sólo resultantes de su constitución física, determinaron un mal, no me siento culpable, pues protesto delante de Dios que jamás pude prever las consecuencias de la corrección; pero protesto también con la verdad que saldrá de mis labios en mi última hora, que nunca tuve intención de dañar a esa desventurada niña, sino simplemente de corregirla.
Se dice que yo la atormentaba, que yo la quemaba, que yo la martirizaba. ¡Mentira infame! ….”
Esto salió en El monitor Republicano.
Y hasta aquí dejaré esta 1a parte de una de las más tristes crónicas de maltrato infantil que hasta la fecha nos dejan sin palabras. En la 2a parte les narraré más de cómo se dio el proceso legal y la conclusión y final de esta mujer.
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