Las «Creadoras de ángeles» de Nagyrev

Hoy les relataré la tremenda historia de las “Creadoras de ángeles de Nagyrev” (Hungría) y cómo la llegada en plena 1a Guerra mundial de una misteriosa mujer a un pequeño pueblo de analfabetas llevaría a la muerte de numerosas personas del pueblo durante 15 años.

Estatua de un ángel en el Cementerio de Nagyrev.

Contexto y la aparición de Fazekas

Todo comenzó cuando llegó a la pequeña aldea agrícola húngara a 150 km de Budapest llegó una mujer llamada Julia Fazekas, cuyo marido había fallecido (de modo misterioso) poco tiempo antes de su arribo a esa comunidad. Esto en 1911; la mujer rápidamente ganó popularidad tanto por sus dotes de partera, como por sus conocimientos médicos. Muchas mujeres acudían a ella para que administrara algún remedio; justo en esa aldea y en ese año un dato muy importante es que la mayoría del pueblo de Nagyrev era analfabeta. Por lo que el hecho de que una mujer forastera que no solo sabía leer y escribir sino sabía de medicina, era algo muy imponente para los aldeanos y la respetaban mucho.

Aunque nadie sabía en ese momento que en el pueblo del que huía había sido llevada a juicio 10 veces por realizar abortos de manera ilegal, curiosamente en cada ocasión se vio favorecida por los jueces asignados que siempre simpatizaron con ella.

En 1914, cuando estalla la 1ª Guerra mundial, la mayoría de los hombres de Nagyrev se van al campo de batalla para defender al imperio Austro-húngaro, a su vez el pueblo fue adaptado a una suerte de prisión para los contrincantes, aunque tenían ciertas libertades, como pasearse dentro del pueblo.

Estos paseos hicieron que los prisioneros a la larga entablaran relaciones con las mujeres que mientras pasaba la guerra se encontraban solas y con necesidades; esto aunado a que en aquel tiempo la mayoría de los matrimonios eran arreglados por conveniencias y no por amor. Por lo que no fue difícil que se generara un tipo de “infidelidad colectiva”.

El problema ocurre cuando los maridos regresaban a su hogar, más brutales y agresivos después de la experiencia de la guerra algunos con mutilaciones, traumas y/o problemas de alcohol; dicha situación rompió abruptamente el idilio que muchas mujeres comenzaban a vivir a lado de hombres extranjeros un poco más civilizados.

Pero por fortuna para ellas ahí se hallaba Julia Fazekas, que no solo les daría la idea de cómo deshacerse de ellos, sino también el método.

Una solución al maltrato machista

Originalmente la idea surgió como un alto a la violencia doméstica que sufrían algunas mujeres cuando acudían con la «curandera/sabia» Julia Fazekas a pedir ayuda. A la partera se le ocurrió algo, una macabra receta con el derecho también de compartirla con otras mujeres, pero originalmente bajo la norma de que solo fuera entre víctimas de violencia y para deshacerse de los maridos abusivos; es decir, no con hijos ni con padres. Pero bien sabían ambas partes, clientas y fabricante, que eso no sería solo para hombres golpeadores, pues muchas de ellas también tenían amantes y no querían renunciar a ellos.

La receta era arsénico que ella misma fabricaba extrayendo el veneno que venía en las tiras matamoscas; así lo vendía a las mujeres y era un feliz acuerdo: ella se hacía rica vendiendo el veneno y las mujeres insatisfechas volvían a los brazos de sus amantes. El 1er asesinato, en 1914 fue de un anciano Peter Hegedus y de ahí continuaron apareciendo cadáveres de modo misterioso o curiosamente la gran mayoría por terribles dolores de indigestión, hasta 1929, es decir, 15 años. De ahí que al pequeño pueblo rural se le empezara a conocer como el Pueblo del asesinato o “las creadoras de ángeles”.

En algún punto el poder que sintieron estas mujeres lideradas por una más dominante con conocimientos básicos de ciencia y gran carisma se les empezó a ir de las manos y al pasar los meses y años, las víctimas ya no solo eran los esposos maltratadores sino que empezaron a aparecer muertos padres, vecinos, hijos, nietos; etc. Se volvió una práctica tan común y se sentían tan hermanadas por la terrible práctica que al parecer se sintieron cobijadas como comunidad; lo que hizo que cualquier situación que las incomodara fuera suficiente razón para que emplearan el método del veneno de matamoscas marca Fazekas.

Ahora, una pregunta importante ¿Porqué no llegaba la policía a poner orden o a investigar? Bueno, pues algo que nos resulta dolorosamente familiar, se trataba de un pueblo profundamente olvidado por el gobierno en plena era bélica y al parecer había temas más importantes. Pero había otra razón muy favorecedora para que esto no saliera a la luz como crímenes o asesinatos: Julia Fazekas contaba con un as bajo la manga en la esfera de la ley; un primo que trabajaba en el forense y le ayudaba a falsificar los certificados de muerte quien contaminó gravemente la investigación de muchos de estos crímenes.

Con dicha ayuda las cifras varían en los registros desde 45 a 50 hasta más de 300 homicidios; esta imprecisión en las cifras es porque cada cadáver que llegaba a la morgue era revisado por el primo de Julia y él simplemente ponía como causa de muerte: Causas naturales; llámense paros cardiacos, insuficiencia respiratoria, etc. Así sin más.

Algunos ejemplos

Para muestra de todo lo narrado les comparto estos ejemplos. Entre algunas de las arrestadas se encontraba una posible «competencia» de Fazekas, llamada Susanna Olah, quien se auto proclamaba bruja y decía que entrenaba serpientes para atacar a los que ella les ordenaba y aunque quizá ella no era seguidora de Julia; se llevó entre las piernas a su hermana Lydia Olah, quien era una anciana a quien se le vio muy sospechosa entre los actos de envenenamiento que el resto de mujeres realizaba.

María Kardos. Asesinó a su amante, a su esposo y también a su hijo de 23 años y se dice que después de envenenar al chico lo obligó a cantar para ella.

O el de Rose Hoyba y Rosalie Sebestyen, quienes tomaron en conjunto la decisión de envenenar a sus maridos por el simple hecho de que “eran demasiado aburridos”.

María Varga mató a siete miembros de su familia, entre ellos su marido un héroe de guerra que había quedado ciego después de batalla, el miserable hombre se atrevió a quejarse del elevado número de amantes que ella llevaba a casa. Lo mató el mismo 24 de diciembre y ella lo consideró “el regalo de Navidad perfecto”.

Está también el caso de la insaciable Juliena Lipke que mató a su madrastra, a su tía, a su hermano, de paso a su cuñada y por su puesto a su marido. Por si fuera poco, ayudó a su amiga Mária Köteles a matar a su cónyuge: “Sentí pena por la desdichada mujer, así que le di la botella de veneno y le dije que lo usara si nada podía ayudar a su matrimonio”.

Y el de Maria Szendi, quien acabó con la vida de su esposo, expresando ante el tribunal: “maté a mi marido porque él siempre quería tener el control. Es terrible la forma en que los hombres quieren todo el poder”. Todo un estandarte del empoderamiento femenino, llevado al extremo en este caso.

¿Nadie pensaba terminar con esto, a caso?

De cómo se dieron a conocer los crímenes después de 15 años hay varias versiones.

Una de ellas fue que un día llegó una carta anónima a un periódico local acusando a la comunidad de mujeres de Nagyrev de haber estado envenenando a sus familiares durante más de una década. Pero hay otra versión que narra que un estudiante de medicina se enteró que uno de esos días apareció a orillas del Río Tisza un cadáver, y como hemos visto en otras ocasiones, esta era una buena oportunidad para que jóvenes practicantes de medicina aprendieran sobre su disciplina con cadáveres reales, así que al hacerle las pruebas correspondiente se dio cuenta de que el cuerpo contenía cantidades brutales de arsénico.

Sin embargo de la que se tiene mejor registro y por cómo se relata en las fuentes también tiene más lógica, es la que nace dió la típica cadena de acusaciones que suele darse en situaciones de hallar culpables, este es el caso de cuando el Maestro de Coro del barrio acusó a una mujer de nombre Ladislaus Szabo de haber puesto veneno en su copa de vino (quizá se encontraban en una cena casual para conocerse) cuando empezó a sentirse mal y acudió a que le realizaran un lavado de estómago; lo que le salvó la vida. Esto puso en la mira de la policía el apellido Szabo, quien también había sido acusada por otra persona de quien ella cuidaba como enfermera.

Al interrogarla, ella se sintió rápidamente acorralada y para quitarse de encima a los investigadores señaló a una amiga suya de apellido Bukenoveski como compañera de prácticas; mínimo esta acusación le hacía sentir menos culpa porque la compartía con su amiga.

Cuando acudieron a Bukenoveski, esta fue la primera de ellas en nombrar a Julia Fazekas para ayudarla a librar de esta pesada vida a su madre de 77 años. Ese cuerpo fue el que aparecería en el río Tisza, en un muy mal planeado intento de ahogamiento accidental como causa de muerte.

Río Tisza en Nagyrev.

A partir de ahí, comenzó una serie de exhumaciones de cuerpos en los que la mayoría dieron positivo en arsénico en altas dosis. Después de interrogar a las asesinas todas coincidieron en que Julia Fazekas les había proporcionado el método y vendido el veneno. Al interrogarla ella negó absolutamente todo, y de hecho no había pruebas de que ella tuviera algo que ver más que los testimonios.

Pero la policía fue inteligente y precavida. Le dijeron “Usted disculpe” y que seguirían investigando, sin embargo, le seguirían la pista muy de cerca.

El final llegó

Esto dio resultados más pronto de lo esperado, pues en cuanto ella se relajó, intentó retomar su actividad de venta de veneno. Además de que en un momento en que salió de su casa, la policía aprovechó para entrar y descubrir en el piso de tablones unas tiras de papel insecticida de donde extraía el veneno. Acto seguido y durante la vigilancia, es observada avisando a una por una de sus nuevas clientes de las investigaciones de la policía, al mismo tiempo los detectives anotaban los nombres de las clientas sospechosas y al indagar en sus registros descubren que todas ellas tenían familiares fallecidos en ese último año en “extrañas circunstancias”.

Dadas esas fructíferas investigaciones, la partera ya no podía negar de nuevo su responsabilidad en los crímenes. Inmediatamente la policía dio la orden de arrestarla. Ya no había escape para aquella mente maestra.

Finalmente la arrestaron, pero sin contemplar que Julia llevaba escondido entre la ropa un pequeño frasco de su propia “medicina” y a penas llegó la noche tomó de él. De ese no recibiría ni siquiera un veredicto y se salvó de la horca. Sin embargo, la justicia logró apresar a 26 mujeres a quienes se les comprobó responsabilidad de varios envenenamientos.

Algunas de las mujeres recibiendo sentencia.
Tumbas en el Cementerio de Nagyrev.

De estas solo 8 fueron condenadas a morir en la horca, el resto de las asesinas recibieron condenas en prisión, algunas sentenciadas a cadena perpetua. Las 8 mujeres ahorcadas permanecieron varias horas expuestas, como un ejemplo para que ninguna mujer se volviera a atrever a asesinar.

Como dato curioso, en aquel pueblo desolado se levantó la orden de prohibir los matrimonios y aquello duró algunos años.

2 respuestas a “Las «Creadoras de ángeles» de Nagyrev

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